miércoles, 21 de marzo de 2012

Capítulo 3

Me di la vuelta despacio y me sorprendió ver que era Ahinoa, una chica uno o dos cursos superior al mío.
Hablamos un poco y después me dio una caja en forma de corazón, dijo que era de parte de Ian y señaló hacia las canchas de baloncesto. Seguí con la mirada la dirección de su mano. Miles de mariposas empezaron a revolotear por todo mi cuerpo cuando descubrí a Ian apoyado en la canasta; y el corazón me dio un vuelco cuando hizo un gesto con la mano a modo de saludo. ¡Me estaba saludando a mí!
Ahinoa dijo que me lo quería haber dado por San Valentín, pero que ahora le daba vergüenza por el retraso y por eso había venido ella.
No sabía si creer o no sus palabras, pero lo cierto es que el amor de mi vida estaba allï.
Antes de que ella se fuera, descubrí a Dani unos metros detrás de nosotras. Me miró moviendo la cabeza con decepción y después se marchó.
Me sentí algo culpable, aunque en realidad no había hecho nada malo...¿O sí?
Cuando Ahinoa dio por terminada la charla se fue por donde había venido.
Una vez sola, entré en la pista de patinaje y comencé a rasgar el hielo con las afiladas cuchillas de mis patines.
Más tarde, en el autobús, abrí la caja con forma de corazón llena de ilusión.
Dentro había otra caja, era de madera oscura. Saqué la caja con cuidado. Parecía un juego de mesa antiguo, incluso era un poco siniestro. Desde luego no era nada de lo que podía esperar.
Cuando llegué a mi casa, mi abuela me avisó de que había venido mi prima Clara.
Le conté todo el asunto de la caja, y decidimos probar el juego.
Pusimos el tablero encima de la mesa del salón.
Al ir a encender la luz, me di cuenta de que estaba lloviendo (el interruptor está al lado de la ventana) y me pareció extraño.
Al sentarnos a la mesa, una indescriptible sensación me recorrió el cuerpo.

jueves, 8 de marzo de 2012

Capítulo 2

Un año má tarde.
18 de Febrero.


El estridente sonido del silbato me sacó de mis ensoñaciones.
Estábamos jugando a balón prisionero, y yo ya estaba eliminada.
Hacía tiempo que no jugaba a esto. Es un juego que desde pequeños nos enseña a destruir al contrincante para conseguir el propio beneficio. Así funcionan luego nuestras vidas.
Yo observaba el juego desde fuera, distante, como si se tratase de una película en la que un puñado de chavales se peleara egoistamente por una balón pretendiendo cada uno salvar su vida, sin dar importancia a los compañeros que quedan atrás.
El problema de esta película es que el guión está constituido por la realidad.
En la vida real, los de mi equipo seguían discutiendo para ver a quien le tocaba el balón.
 -Tío, le toca a Monti.
¿Cómo que le toca a Monti? Monti soy yo. Socorro.
 -Vaale- accedieron de mala gana, para mi desgracia.
Me dieron el balón y yo lo lancé al otro campo con los ojos cerrados, esperando no dar a nadie.
Pero le di a Tara. Segundos más tarde el profesor tocó su dichoso silbato, dando fin a la clase.


Tara es mi mejor amiga, es super divertida, y está completamente loca. Tenemos otras amigas, con las que salimos y eso, pero no nos acaban de caer bien. Dani es un buen amigo mío, que conozco desde pequeña porque vive en el mismo edificio que mi abuela. Y luego está Ian, mi amor platónico desde 4º de primaria.
Yo soy Irene, pero me llaman ''Monti'' por mi apellido: ''Montaña'', porque en mi clase siempre hemos sido tres Irenes: Una chica que es mas bien  poco espabilada, a la que llaman 'Irene'; 'Ire', una chica engreida del grupo de ''las flores'' (que es lo único que tienen en la cabeza), que se creen las mejores porque salen con ''las mayores''; y luego estoy yo, 'Irene Montaña'.


Una vez en los vestuarios Tara empezó a hacerse la ofendida, pero en teatro no es su fuerte, ya que apenas podía contener la risa.
Más tarde nos despedimos.
La clase de gimnasia es la última del día, después solo quedan los deportes.
Yo voy  patinaje sobre hielo, así que me puse los patines y me dirigí hacia la pista. Estaba a punto de abrir la puerta cuando alguien me llamó.

viernes, 30 de diciembre de 2011

Capítulo 1

14 de Febrero.
Las nubes cubren el cielo volviéndolo grisáceo, desafiando así la magia del día de los enamorados.
Pero el triste y deprimente ambiente no afecta a aquellos individuos que viven únicamente del egocentrismo.
Este es el caso de Ian, un chico de dieciséis años al que todo el mundo en el instituto tiene como modelo a seguir, como inspiración. Todos comenten un error.
Los ojos de Ian son de un azul indefinido, reflejan lo poco que valora a las personas y lo poco que lo importan los sentimientos de los demás.
Sus facciones bien definidas no expresan nada, ninguna emoción.
Y su cabello rubio, por tanta gente envidiado, no hace más que incrementar su ego.


En un día como este, Ian va obviamente acompañado de alguien que lo idolatre. Se trata de una chica, Ahinoa, está completamente enamorada. Él deja que ella se haga ilusiones para más tarde destrozarla.
Ian y Ahinoa caminan por Sol, en el centro de Madrid.
La gente ríe, se hacen carantoñas unos a otros, son felices.
Otros en cambio viven amargamente el día en soledad, acompañados únicamente de un bocadillo de calamares.
Entre los alegres puestos llenos de gente, una mujer llama la atención a la joven pareja.
-¡Para los enamorados! -exclama la mujer, tendiéndoles una caja en forma de corazón.
Ahinoa coge la caja y la abre. Dentro hay una especie de caja de madera oscura de considerable tamaño.
Ian pasa la mano por encima de la caja, tocándola suavemente con los dedos.
Al hacerlo, una gota cae desde el cielo, mojando su mano. Muchas gotas caen después de esa. Comienza a llover fuertemente.
Ambos se giran para devolver la caja a la misteriosa mujer, pero ya no está.
Extrañados, echan a correr para refugiarse de la lluvia.